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Fontana de los tritones de Tomé. |
A diferencia de muchas otras ciudades de la Región del Biobío, Tomé no tuvo fundación, sino apenas “descubrimiento”, cuando fue consignada por los conquistadores españoles como una aldea indígena costera, cuyo habitantes nativos se dedicaban a la pesca y al buceo “de resuello” o apnea, para recolectar los pescados y mariscos que le servían de sustento.
En los primeros dos siglos de la historia colonial de Chile, Tomé no existió más que de forma anecdótica, cuando el sector de Punta de Parra fue considerado como uno de los emplazamientos para reubicar la principal ciudad de Concepción, después de los dos tsunamis que la destruyeron en su localización en Penco durante el Siglo XVIII.
La realidad es que Tomé aparece tardíamente en la historia regional, durante la segunda mitad del Siglo XIX, pero con impulso creador e innovador que la hizo única y distinta en todo Chile: un puertos de salida de los vinos y harina de exportación hacia Australia y Estados Unidos (en la época de la fiebre del oro) y muy pronto, como productor de telas de lana, con una materia prima que vistió al Ejército de Chile durante la Guerra del Pacífico.
Tomé vive un época de fuerte crecimiento industrial durante la primera mitad del Siglo XX con múltimples emprendimientos, que no sólo se limitó a las telas, sino que tuvo múltiples otras facetas productivas, que incluyeron industrias de bebidas y alimentos, hasta sectores manufactureros e industriales.
Las últimas décadas del Siglo XX fueron particularmente duras y despiadadas con esta comuna, que vivió con la crisis de 1982 uno de sus períodos más oscuros, con la destrucción de miles de puestos de trabajo tras el cierre de las textiles, y el empobrecimiento de muchas familias que perdieron sus puestos de trabajo. La industria pesquera que se desarrolló en la década de 1990 trajo algún alivio momentáneo, pero que constrastó muy pronto con los graves problemas ambientales y de agotamiento de algunos de sus recursos producto de la sobrexplotación a que fueron sometidos.
El Siglo XXI encuentra a Tomé en una situación desmejorada con respecto a lo que había sido sus orígenes de pujanza y también en su comparación con otras urbes de tamaño intermedio de Chile.
Pese a los esfuerzos públicos y privados de las últimas décadas por impulsar el turismo como uno de los nuevos motores del desarrollo productivo de Tomé, la realidad es que en la actualidad la comuna todavía sigue hablando de “vocación turística” más que de una realidad que le permita recuperar los empleos que perdió tras el colapso de la industria textil.
*Nello Rolleri. Mg. (c) Política y Gobierno. UdeC.