viernes, mayo 24, 2013

"Gratitud a Bellavista patrimonial": columna de Rolando Saavedra

Rolando Saavedra Villegas.
Tanto se ha hablado sobre los motivos que reconvirtieron al Molino Bellavista en Fábrica de Paños, que ya cercanos al sesquicentenario (1865- 2015) de aquel acontecimiento, nos parece oportuno expresar que lo importante, cualquiera hayan sido las razones premeditadas o circunstanciales, es que ello sucedió, y que nunca habrá arrepentimiento de la determinación tomada y de los trascendentales efectos que la decisión o error ocasionó, al forjar la identidad textil del puerto de Tomé.

Si fueron sus propietarios (Sanders y Délano) los que vislumbraron con claridad el futuro y le dieron a Tomé su temprano sello industrial, vayan todas las loas para ellos y la promesa de un futuro monumento. En cambio si fueron errores impensados o casualidades concatenadas, los que embarcaron los telares primigenios para el Puerto Mayor de Tomé, es oportuno agradecer a los anónimos torcedores del destino o a la Moira hilandera, que torció las hebras precisas que permiten, a este rincón de olas y cerros, seguir tejiendo una larga y fabulosa historia, conformada por capítulos de progreso sorprendente o de decadencia inesperada, que dan sentido y contenido a numerosos libros y La Historia con mayúscula de Bellavista se manifestó durante la Guerra del Pacífico (1879-1883). En sus telares florecieron buena parte de las telas que vistieron y distinguieron a los soldados chilenos. La trayectoria industrial y comunitaria de Bellavista, ha sido una constante lucha de superación y sobrevivencia, con interrupciones de faenas, algunas breves y otras demasiado extensas. A las demandas sindicales que desembocaron en huelgas en múltiples ocasiones, se sumó entre los años 2007 y 2011 la más larga parálisis industrial, cuyas secuelas, manifestadas en cesantía, aún no se mitigan lo suficiente. Hubo familias que emprendieron el éxodo en busca de mejores días y horizontes. En otras solo partió el jefe de familia con la promesa que una vez establecido en la “tierra prometida” volvería a buscarlos. Algunos cumplieron cabalmente, otros optaron por el abandono.

Después de todo lo vivido por tantas generaciones bellavistanas, es justo reconocer la existencia de un saldo altamente positivo, constituido por el legado tangible e intangible, manifestado no solo por su armónica y funcional arquitectura (instalaciones fabriles, iglesia, poblaciones, gimnasio, sindicato, etc.) sobrevivientes de sismos y desaguisados. Destacable son también, los usos y costumbres cotidianas que constituyen un sorprendente patrimonio vivencial, que agrada contemplar y compartir.

El legado aún se manifiesta. La responsabilidad de sus trabajadores, en cumplir cabalmente los horarios de ingreso y salida para no contrariar a los porteros, obedeciendo al pito fabril, que puntualmente exhalaba el comprimido vapor de sus calderas, para marcar los turnos laborales de ocho horas. El aseo y buena presentación personal, no hacía distingo entre obreros y empleados.

Viandas alimenticias de tres pequeñas ollas apiladas. Equipos de fútbol y básquetbol. Competencias de boxeo, de golpes enguantados al interior del ring y las mejores tallas y/o puñetes a mano limpia en las galerías, por incumplimiento en el pago de apuestas o vocablos inadecuados para la paz y amistad. Torneos atléticos cuya meta eran las pistas extranjeras. Veladas artísticas en que florecían talentos. Exhibición de películas, cuyos protagonistas también estaban en el público. Y todo ello acompañado de sueños de superación, manifestados en sus hijos o nietos, que salieron a estudiar fuera de Tomé, para hacer realidad la “movilidad social”, cuando aún el concepto no existía.

La orgullosa identidad fabril de sus trabajadores, se expresaba no solo por pertenecer a empresa, sino que también por la sección en que laboraban. Un valor agregado a esa identidad era ser socio del club deportivo, dirigido por empleados o administrativos textiles, la mayoría de ascendencia germánica, que permitieron a una pléyade de deportistas, de diferentes disciplinas, llegar a representar a Chile en Juegos Panamericanos y Olímpicos.

No soslayemos el mito que forma parte del orgullo moral de bellavistanos y tomecinos, que “los dueños de las industrias compraban anualmente las patentes de prostíbulos, para evitar la existencia de ellos en la ciudad”. La verdad es que no existen registros municipales de dichos pagos, ni decretos que hayan impedido su instalación. Es más fácil aceptar que ello se debió a que tempranamente los requerimientos de mano de obra para las industrias fueron de ambos sexos, no como sucedió en pueblos mineros y pesqueros. Ello permitió un equilibrio poblacional de hombres y mujeres, haciendo innecesaria la existencia de prostíbulos establecidos. Además, en un pueblo tan pequeño, habría sido vox pópuli el ingreso a casas de mala reputación.

Sí existieron quintas de recreo, sobre todo en Cerro Alegre (de ahí el nombre) en donde se podía cantar, bailar y comer. Es justo destacar la labor de las Visitadoras Sociales, que controlaban el buen comportamiento social y familiar de los trabajadores y demostraban un poder casi equivalente al gerente de la empresa, de tal forma que se les respetaba y temía.

Los tiempos han cambiado, ya no existen territorios vedados para obreros y sus familias. Ahora se puede ingresar sin restricción a Los Cerezos. Los Chalet para Empleados ahora son propiedad de particulares, el Casino de Empleados se convirtió en Internado Municipal y el Gimnasio Carlos Werner (cine incluido), fue agraciado el 2012 como Monumento Nacional y consagrado como joya patrimonial. La Escuela reluce renovada. La Población La Rana, aún croa su singular arquitectura y la industria entona nuevamente su himno tejendero, mientras la Iglesia y el Sindicato esperan recobrar el gris original.

En este nuevo día patrimonial, vaya nuestra gratitud sincera a los hombres y mujeres textiles, que forjaron y conservaron el patrimonio bellavistano, que ahora admiramos con legítimo orgullo. Por eso y más, permanecen como monumento en nuestra memoria agradecida.

Prof. Rolando Saavedra Villegas ( www.romanvilleg.cl)
Bellavista-Tomé, 26 de mayo 2013