martes, agosto 10, 2010


Tomé: Sin fontana ni biblioteca

Por Rolando Saavedra.
Pueblos, caletas y rincones de la comuna de Tomé, tuvieron diferentes grados de deterioro con el sismo y maremoto del 27/F. Fue como si la escala de Mercalli hubiera querido, en un mismo territorio, hacer un muestrario de los diferentes grados de efectos o daños que pueden provocar las fuerzas terrestres y oceánicas, en las estructuras creadas por la naturaleza o el hombre junto a las mujeres.

Los daños más evidentes, por supuesto que para los videntes, son aquellos que están expuestos a la paciencia e impaciencia de quienes tuvimos la fortuna de sobrevivir y/o sufrir daños menores. Menos evidentes resultan aquellos que por estar al interior de las edificaciones y recintos, son como si no existieran. Por supuesto que quienes fueron y siguen siendo víctimas en grado máximo de la tragedia febrerina, tienen otros afanes y motivaciones y no están preocupados de estas cosas, que en un lenguaje elegante podríamos definir como superfluas, infiriendo con facilidad el chilenismo adecuado. Pero, después de todo, tenemos derecho a la expresión, amparados en la concepción que el progreso de un pueblo o la humanidad ha dependido en gran medida a que no todos estamos preocupados de hacer lo mismo o pensar de igual modo.

Dentro del ficticio rango de daños superfluos, tenemos a la Fontana de Tritones y la Biblioteca Pública Municipal de Tomé. De la primera, es notoria su ausencia, enfundada en polietileno verde para abrigar y proteger de la intemperie y los vándalos, al único tritón que se mantuvo arrodillado sobre la tortuga. De la Biblioteca, que estaba cobijada al interior de la Municipalidad, por supuesto que quienes no acostumbraban a visitarla, no la han echado de menos. En cambio aquellos que a pesar de su estrechez, disfrutábamos desde la lejana infancia de su existencia y atención, ya no sabemos cual ausencia es más importante y a cual habría que darle prioridad para su retorno o reposición.

Entendemos que hay prioridades u otras urgencias, sin embargo, es necesario por lo menos recibir algunas señales de esperanza. A cuatro meses del terramaremoto, resulta difícil precisar que es un tiempo prudente o imprudente, todo dependerá si quien lo mide es una autoridad o un afectado. La reposición de ambas fuentes: una de adorno y la otra de conocimientos, son necesarias, la primera para asegurarnos que no se extraviaran algunas de sus piezas, como ocurrió para el terremoto del año 1939 y la segunda para poner al alcance de lectores, permanentes y esporádicos, sus tesoros bibliográficos que contribuyen a la educación, cultura y distracción, sin distinción de edad.

La Fontana de Tritones, como fuente decorativa e icono de nuestra identidad citadina, adornó por más de ciento veinte años nuestra Plaza de Armas, que nunca ha sido de armas, y que bien debiera llamarse Plaza Cívica. El valor patrimonial y estético de esta joya francesa está fuera de cualquiera duda, más aún cuando existen fuentes similares, en Italia, Francia, México e Isla La Reunión, posesión francesa de ultramar, en el Océano Indico.
La Biblioteca Pública Nº 59 “Vicente Alberto Palacios Valdés”, honra con su nombre al fundador, quien a su vez fue el primer Director del Liceo tomecino. El profesor Palacios creó esta Biblioteca junto a los señores Aníbal Rodríguez, Jorge Yougman, Manuel Moena, Ernesto Herrera y Rafael Miranda Yáñez, con quienes también fundó en 1917, la “Liga Protectora de Estudiantes”.

Es lamentable constatar que en sus noventa y tres años de existencia, la Biblioteca de Tomé, jamás dispuso de local propio y adecuado para su funcionamiento. Siempre ha ocupado pequeñas dependencias, en una suerte o mejor dicho mala suerte ambulatoria y en condición de allegada.

Es oportuna la ocasión para poner término a la desidia de cinco o más generaciones, que ni en la época de oro del desarrollo tomecino fueron capaces de dotar y albergar en un lugar propio y adecuado a tan antiguo e importante servicio cultural. El temor que asiste, es que se pretenda dar un lugar provisorio, estrecho e inadecuado para su funcionamiento, dando así por solucionado el problema. Los libros merecen un lugar digno, para entregar dignidad presente y futura a quienes leen.

En nuestra comuna existen muchos malos ejemplos de construcciones provisorias, que se mantuvieron por más de medio siglo. Sin ir más lejos el hospital fue de emergencia por más de cincuenta años y la población que está ubicada frente al nosocomio, construida después del terremoto del 29 de enero de 1939, recibió el nombre de pabellones de emergencia y aún permanecen en pie.

Como no son muchos los lugares en donde cobijar la Biblioteca, si es para algo momentáneo, podría ser el primer piso del edificio de Pensionados en calle Serrano. Ahora si se quiere pensar en la edificación de una Biblioteca con criterio moderno, podría estudiarse la factibilidad de emplazarla aledaña a la Industria Crossville, donde aún permanecen, desde hace más de treinta años, las ruinas de la ex industria FIAP. Si ya no se pudo seguir tejiendo paño es ese lugar, no sería malo que de aquí en adelante se tejiera cultura.

Ahora, si pensáramos en un lugar ideal y casi pintado para Biblioteca tendríamos que mencionar la ex Estación de Ferrocarriles. Ya me imagino el lugar donde estaba el Bufete amenizado por el Wurlitzer, lleno de estantes con libros y revistas, la sala de espera transformada en sala de lectura, la sala de control dotada de computadores de última generación y la bodega de equipaje funcionando como salón de actos. Soñar cuesta muy poco y de los sueños nacen a veces las mejores realidades. Lo importante es que el mar se mantenga en su lugar y no le den ansias de revisar los periódicos que mencionan sus fechorías. Con lo que destruyó y mal escribió, ya fue suficiente.

Biblioteca y Fontana, convertidas en ausencias debieran convertirse en regalos Bicentenario para Tomé. Buenos motivos para que el Bicentenario valga la pena y no siga dando pena.