domingo, julio 25, 2010

Tomé en la encrucijada

Por Armando Cartes (*)

El Concepción Metropolitano limita en sus dos extremos con dos comunas, que tienen mucho en común. Tomé y Lota comparten un gran pasado industrial, que dejó un enorme patrimonio material e intangible y ambas luchan hoy por ponerse nuevamente de pie.

Cuando Chile abrió su economía al comercio exterior, el país como conjunto se vio beneficiado. Se dinamizaron sectores con ventajas comparativas, como el vino o los bosques y los chilenos tuvieron acceso a bienes diversos y de calidad. Pero no todos resultaron ganadores. Aquellas ciudades o barrios en que se concentraba la industria, que había crecido al amparo del proteccionismo arancelario, sufrieron los devastadores efectos de la competencia externa. Así ocurrió en Valparaíso, Penco, Lota, Arica, entre otras localidades.

La zona costera de nuestra provincia, que vivió un crecimiento extraordinario en las décadas de los 50 y 60 (Talcahuano, por ejemplo, cuadruplicó su población), fue impactada por el cierre de fábricas tradicionales. Junto con la natural pérdida de producción y empleo, las comunidades en que esas industrias se asentaban perdieron mucho más. El tejido social y cultural, construido en torno a esas grandes empresas, que se traducía en oportunidades de vivienda y educación, acceso a la cultura o al deporte, cobertura de riesgos sociales y tantos otros beneficios intangibles, se perdió irremediablemente. En Penco, Lota o Tomé, las garantías que las empresas otorgaban a sus trabajadores superaban ampliamente las exigencias de la legislación laboral y de seguridad social chilena. Cuando se produjo el cierre, se perdieron décadas de luchas y conquistas sociales.

Podría reclamarse que los costos del progreso de Chile, no se han repartido con justicia. Y es verdad, pero también hay que reconocer que ciertos atavismos culturales, causado por generaciones vinculadas a una actividad, como la minería o los textiles, dificultan la ansiada reconversión. Sin voluntad de renovarse y salir adelante, las ayudas externas serán siempre insuficientes.

Un círculo virtuoso

¿Cuál es la clave, entonces, de la recuperación de Tomé? Para mí, está a la vista, cada vez que lo cruzo rumbo a mi entrañable y malherido Coliumo. Tomé es una sola gran playa, frente a una bahía preciosa, una condición única que ninguna ciudad podría comprar, por rica que fuese. A pesar del empeño que han puesto improvisados urbanistas en tapar el mar con cercos, carros de tren y ahora una feísima feria, éste sigue allí, con su presencia majestuosa. Superado el trauma del maremoto -que perdonó a Tomé- la fuerza magnética del mar atraerá con más fuerza a los visitantes. Hay que estar preparados para recibirlos.

El futuro se construye a partir de la memoria. Contando del épico pasado industrial, nos animaremos a soñar con un futuro no menos grande. Donde algunos ven sólo ruinas, hay una gran oportunidad. Restaurados, los antiguos edificios pueden contar una historia notable, que a muchos nos interesa escuchar. Bien reciclados, pueden ser la base de un nuevo desarrollo, con mayor impacto en la economía local, más intensa en empleo y menos contaminante. Es tiempo de que Tomé se reencuentre con su vocación turística, que alguna vez atrajo hasta a presidentes de la República, como Ibáñez o Alessandri Palma, pero que la industria contaminante terminó por alejar.

En el círculo virtuoso del turismo, la cultura y el patrimonio puede Tomé reencontrar su destino. Todo parte porque así lo crean los mismos tomecinos. He visto que son personas con una fuerte identificación local, incluso cuando se hallan lejos; les falta creer que otro mundo es posible y empezar a actuar. Faltan circuitos patrimoniales; falta mobiliario urbano y señalética; hay tanto por hacer que conviene empezar pronto.

Ya hay signos alentadores, en todo caso. Me reuní hace unos días con el Consejo Comunal para el Patrimonio de Tomé, encabezado por Fernando Espinoza y pude sentir su entusiasmo y su compromiso. Es lo que hace falta para partir. Todo lo demás se consigue. El terremoto de febrero no puede amilanarnos. Por el contrario, hay también una forma positiva de enfrentarlo. Esperábamos hace muchos años esta gran tragedia y por fin ocurrió… y seguimos aquí, listos para ponernos de pie. Esa es la misión de nuestra generación. Y es bueno saber que algunos ya han tomado la bandera.

Concepción es ya una gran intercomuna, con más de un millón de habitantes. Necesita espacios de recreación cercanos, amables y entretenidos. Uniendo el turismo, el patrimonio y la gastronomía, Tomé, asociado con Cocholgüe, Dichato y Coliumo, puede acogerlos a todos.

(*) Decano Facultad de Derecho de la Universidad San Sebastián. Presidente de la Sociedad de la Historia de Concepción. Artículo publicado en el Diario El Sur.