jueves, enero 07, 2010


MANIFIESTO

A nuestros congéneres tomecinos(as)

Por favor,

no cambien la Fontana ni la Plaza de Tomé.

Con el trabajo de años, hemos adquirido muchas cosas, algunas valiosas e importantes y otras sencillas o insignificantes. Con dinero ganado o regalos recibidos, hemos repuesto algunas pérdidas, sin embargo ninguna de ellas nos devuelve el pasado. A lo mucho otorgan recuerdos o favorecen evocaciones. Como ciudad y comuna hemos perdido no sólo las industrias sino que también molinos, trenes, barcos, edificaciones emblemáticas, vegetales autóctonos, juegos tradicionales y buenas costumbres. ¿Quedarán queules? ¿Qué pasó con los chupones? Raras preguntas basadas en sustantivos que se extinguen.

Para ser ecuánimes también reconocemos lo que hemos ganado, cosas que hoy nos parecen obvias, hace medio siglo muy pocos disponían de ellas, como vivienda, acceso a educación y salud, electricidad, agua potable, alcantarillado, veredas y calles pavimentadas, teléfono, radio, etc. Hoy gracias a Dios, tenemos una mejor calidad de vida, sin embargo faltan fuentes de trabajo para seguir progresando. ¿Recuerdan las velas y chonchones? ¿Cocina a leña o parafina? ¿Café Siroco o Trumao? ¿Aloja o Bidú?, ¿Fausto u Okey? ¿Recuerdan los peces de colores de nuestra Fontana de Tritones? Hace cuadro décadas que no están, pero siguen nadando en la memoria de tantos oriundos o adoptados de este puerto a la esperanza. Comprendemos que ya no es tiempo de cambuchas alborotadas ni casinetas provisorias. Asumimos que no es época de viandas presurosas que alimentaban textiles, ni pitos fabriles que fortalecían la puntualidad, pruebas fehacientes de nuestra pérdida de identidad y valores. Aceptamos que hay que hacer algunos cambios y urgentes reparaciones, sin embargo en aras de un cuestionable progreso no debemos convertirnos en actores o cómplices de la degradación o demolición de la escasa identidad urbana que nos queda.

A modo de ejemplo, nos acongoja la decadencia de la esquina de Egaña con Sotomayor. Donde estuvo la Casa de Empleados de la Nacional de Paños, ahora existe un improvisado terminal de colectivos. Donde lucía su bello diseño el castillo de don Selim Molina ahora, como rara contradicción, existe desde hace más de diez años un provisorio local de venta de materiales de construcción. No lejos de allí, en Nogueira cerca de Aníbal Pinto, fenece el Gran Caserón de la Familia Ramírez Bisset y del Palomar, cerca del Liceo Industrial, queda sólo su silueta en buen estado.

Naciones y pueblos asolados por tragedias y miserias de la guerra, han sabido reconstruir su patrimonio y conservar su identidad, en cambio nosotros a lo largo y ancho de nuestra patria, en una rara mezcla de desidia y ambición nos hemos convertido en depredadores del medio ambiente natural y cultural, que nos legaron nuestros antepasados.

¿Qué nos pasó y nos sigue pasando? ¿Cómo es que hemos logrado superar el efecto de los terremotos?, ¿Cuánto nos queda de nuestra identidad centenaria? ¿Qué nos queda del legado de nuestros bisabuelos?. La verdad es que muy poco: los Hornos de Cal de Burca, restos de muros de la Hacienda Urrejola de Rafael, la casa de la familia Hinrichsen en calle Riquelme, la muralla sur de la Escuela Ecuador y la Fontana de Tritones, única joya francesa que adorna nuestra Plaza desde hace más de 120 años.

A quienes ignoran la historia de nuestra plaza, podrá llamarle la atención la ubicación de la Pileta (y su Fontana) que en la mayoría de las plazas de Chile y el extranjero ocupan el centro. Sin embargo, es su ubicación, ajena al centrismo, la que caracteriza entre otros parámetros la cívica plaza tomecina, que hasta el año 1972 fue cuadrada, como lo son la mayoría de las plazas que ocupan una manzana de urbanización. Ese cuadrado de plaza comprendía poco más de un cuarto de manzana y fue terreno donado por escritura pública del 6 de diciembre de 1858, por el poco valorado filántropo tomecino don Juan Ferrer, el mismo que en 1854 regaló el terreno para el primer hospital. En el centro de ése cuadrado, se emplazó en la década del 90 del siglo XIX, la Fontana de Tritones fundida en Val d’Osne (Francia). Cada uno de sus tritones mira un punto cardinal determinado, convirtiéndose así en estática brújula de nuestro destino.

Cambiar de ubicación nuestra Pileta y Fontana dentro de un diseño paisajista de dura geometría para acelerar el tránsito, en circunstancia que nos gusta estar en ella, es romper nuestra historia, es quitarle páginas de bellas imágenes al poco pasado estructural que nos queda, sin otra justificación que un cuestionable proyecto, que bien podrá beneficiar en gran medida a la empresa que se lo adjudique y en escasa proporción a los trabajadores que ejecuten las obras, pero no beneficiará nuestra ya escasa y precaria identidad, que verá perdido uno más de sus referentes iconográficos y nos hará sentir como si viviéramos en una ciudad desconocida y a quienes regresen, a que se equivocaron de ciudad. Un pueblo sin identidad es un pueblo sin alma y por nada del mundo queremos ser habitantes de un pueblo de desalmados.

No es la Plaza la que requiere cambios, sino que nosotros, en la forma y fondo de hacer ciudad. Es la Fontana la que necesita urgente y especializada reparación. El maquillaje, perdón la pintura, no siempre cuida y embellece, muchas veces provoca daños o sólo sirve para ocultar provisoriamente el deterioro o enfermedad. No queremos que nuestra joya se convierta en patético clon de la que está en la Alameda Central de Ciudad de México, sino que en verdadera trilliza de las existentes en Pratola Peligna de Italia y Saint Pierre de Isla La Reunión (Océano Indico). Allí, practican claras políticas de conservación patrimonial, que fortalecen su identidad, en provecho del turismo.

Si existen recursos, como ciudadanos tomecinos, sugerimos con respeto y convicción: se focalicen en la reparación de nuestra Fontana de Tritones, se financie la ampliación del diámetro de su pileta octogonal, se la dote de iluminación sincronizada con el movimiento del agua y se propicie la reposición de los peces de colores, así, los niños y jóvenes de hoy, podrán disfrutar del privilegio que nosotros tuvimos.

En relación a la construcción de baños públicos dentro del área de la plaza, creemos que debiera privilegiarse interesar a propietarios del entorno para su confección y administración. En todo caso, a no más de 90 metros de la Plaza, en el terminal de Buses de Sotomayor ya existen, sólo falta mejorarlos y ubicar señalética apropiada para llegar a ellos. No quitemos a la Plaza su diáfana transparencia, incorporando en su interior elementos de contaminación visual y otras.

Para el Consejo Comunal para el Patrimonio de Tomé, la conservación patrimonial, no es un capricho, sino que feliz oportunidad de recobrar y fortalecer el sentido común para hacer ciudad con participación e identidad. Una ciudad no solamente la hacen los arquitectos, con el respeto que ellos se merecen.

¡Por favor, no cambien la Fontana ni la Plaza de Tomé! Mejoremos y conservemos mejor lo que ya tenemos. No somos dueños del Patrimonio de nuestra Comuna, solamente herederos momentáneos, responsables de heredarlo en buen estado, a quienes la esperan, en el futuro.

Prof. Rolando Saavedra Villegas

www.romanvilleg.cl

*Manifiesto leído por el autor en la Sesión Extraordinaria del Concejo Municipal de Tomé, realizado el Jueves 7 de enero 2010 y presidido por el Sr. Alcalde don Eduardo Aguilera Aguilera.