domingo, octubre 07, 2007



Agua limpia, río sucio

El Collén es un estero, aunque más me gustaría llamarlo torrente. Es un río pequeño, humilde como el pueblo que atraviesa y sonoro como la palabra mapuche que lo nombra. Es un curso de agua que desciende desde algún punto de la cordillera de la costa, de los cerros y baja por el barrio California, buscando el mar.
Este riachuelo serpentea varias veces por el plano de Tomé, dejando su huella en la disparatada geografía local, para encontrarse finalmente con el mar, al chocar con el cerro El Morro y bajar hasta la playa por el lado del muelle.
Hace 30 años, cuando era un niño, este río era una verdadera cloaca. Nauseabundo, arrastraba todas las fecas de la población, a las que se sumaban además los desechos de la industria pesquera Camanchaca. Era un estero tan horrible, que cuando jugábamos en el patio de la Escuela Número 11, después Doctor Guillermo Velasco Barros, a veces la pelota terminaba en el río, tan sucia de inmundicias sin nombre, que preferíamos no recuperarla. También era una entretención, desde los patios de las casas, cazar los enormes guarenes noruegos que merodeaban por cientos en el río.
Ayer caminaba por Tomé y miraba el Collén y me sorprendía. ¿Cómo un río con aguas ahora limpias, sigue siendo tan despreciado y olvidado por la gente?.
Sí. Para los que no están en Tomé desde hace décadas, es necesario contarles que el río ya no tiene un color marrón, sino que sus aguas son transparentes.
Eso se debe a que se construyó un planta elevadora y un emisario submarino, y lentamente todas las aguas negras han comenzado a ser tratadas y devueltas al mar.
También la pesquera ha debido implementar un sistema de tratamiento de sus aguas, lo que sumado significa que el río ha sido descontaminado y está limpio.
Sin embargo, increíblemente, el Collén sigue siendo utilizado como un basurero por los tomecinos. Pese a que el municipio destina cuadrillas de trabajadores para limpiarlo, todos los días la gente bota sus residuos al caudal: botellas plásticas, escombros, bolsas, restos de alimentos, todo va al río.
Hace pocos días ví pasar un colchón completo, navegando pueblo abajo. Era un colchón de una plaza y no estaba roto. Lo único raro era que estaba en el agua y se lo llevaba plácidamente la corriente. Finalmente, en la desembocadura viajó un rato por el mar, pero las olas terminaron por depositarlo en la playa.
¿Qué tiene que ver colorida foto que acompaña este texto?.
Bueno, se trata de el lugar más hermoso del mundo. Es un pequeño pueblito cerca de Venecia, en Italia, famoso por sus artesanías en vidrio. Les pido que miren la foto atentamente. Es invierno, la gente camina abrigada por la orilla del canal. Las lanchas están estacionadas en sus riberas.
¿Es más hermoso el paisaje natural que el de Tomé?. Lo dudo. Al contrario, yo diría que el norte de Italia, con sus montañas y sus accidentadas bahías nada tiene que envidiar a nuestro pueblo.
Sin embargo, Murano vive sobre el canal y a través de él.
En Tomé las casas dan la espalda al río e incluso a más de alguien le he escuchado que la mejor solución para el pueblo sería canalizarlo y entubar al Collén. Ojalá pavimentarlo, pasar por arriba con una calle. Olvidarse de él y de su nombre. Ignorarlo. No mirarlo nunca más. Para siempre.
¿Hay una esperanza para el Collén?