Una casa de adobe construida en 1862 permanece como ejemplo excepcional de conservación patrimonial en la comuna tomecina, siendo prácticamente desconocida para la comunidad.
En los alrededores de Tomé se alza silenciosa una construcción que guarda más de siglo y medio de historia familiar. La Casona Urrejola de Rafael, como se conoce esta propiedad, representa uno de los ejemplos mejor conservados de arquitectura colonial chilena en la región, aunque su existencia permanece en el anonimato para la mayoría de los habitantes de la comuna. Desde 1834, cuando José Francisco Urrejola adquirió la hacienda Ranguelmo, esta residencia construida en 1862 ha sido el hogar ininterrumpido de seis generaciones de la misma familia.
La construcción se realizó en 1862 siguiendo los cánones típicos de la arquitectura rural chilena del siglo XIX. José Francisco Urrejola levantó las casas de adobe con extensos corredores y techos de teja, protegiéndolas estratégicamente de los vientos patagónicos en una zona baja cercana al río Rafael.
Según describe Teresa Pereira en su obra "Casas de Campo Chilenas", la estructura se componía de diferentes alas que encerraban dos patios centrales, complementados con bodegas y graneros. Esta disposición hacia el interior no era casual: servía como defensa natural contra las incursiones de bandoleros que asolaban la zona en aquella época.
La transmisión hereditaria de la propiedad siguió un curso peculiar entre los once hijos de José Francisco y Clara Unzueta. La porción denominada "Rafael", que abarcaba 650 cuadras, recayó en manos de Rafael Urrejola, quien falleció prematuramente en el mismo fundo. Su hijo Alfonso Urrejola Mulgrew heredó la propiedad, comprando posteriormente las partes correspondientes a sus hermanos y madre. Este pionero se dedicó al desarrollo agrícola y forestal, estableciendo las bases productivas que perduran hasta hoy.
La crisis económica de 1929 marcó un punto de inflexión cuando Alfonso Urrejola Mulgrew decidió establecer su residencia permanente en Rafael junto a su esposa Eduvigis Arrau y sus hijos. Tras su muerte, la administración quedó en manos de su sucesión, hasta que su primogénito Alfonso Urrejola Arrau -quien posteriormente se desempeñaría como intendente de Concepción entre 1964 y 1970, y como alcalde de la ciudad hasta 1975- consolidó la propiedad comprando las partes correspondientes a sus hermanos. Actualmente, la responsabilidad recae en su hija Carmen Urrejola del Río y su esposo Luis Alberto Aninat.
El notable estado de conservación de la Casa Rafael evidencia el cuidado meticuloso que ha recibido a lo largo de las décadas. Las fachadas, corredores y pesebreras mantienen su estructura original, mientras que el jardín luce espléndidas hortensias y una majestuosa encina plantada aproximadamente en 1900.
Carmen Urrejola explica que el mobiliario antiguo ha permanecido en la casa por generaciones, complementado con piezas cuidadosamente seleccionadas en anticuarios de Santiago y Buenos Aires. "Hemos conservado y restaurado todo manteniendo el estilo que imprimieron nuestros antepasados", señala la actual propietaria.
La propiedad cumple un rol fundamental como punto de encuentro familiar, especialmente durante los meses estivales cuando hermanos, amigos, hijos y nietos se congregan en Rafael. Sin renunciar a su sello colonial, la familia ha incorporado comodidades modernas como piscina, cancha de tenis y áreas de juegos infantiles, siempre respetando la arquitectura original.
La construcción ha demostrado notable resistencia sísmica, sufriendo únicamente daños significativos durante el terremoto de 1939, cuando perdió un segundo piso habitacional. Las reparaciones se han ejecutado siguiendo técnicas tradicionales de construcción en adobe, garantizando que esta joya arquitectónica continúe siendo un testimonio vivo del patrimonio rural chileno por muchas generaciones más.